martes, 31 de marzo de 2009

LAS MEDIAS DE LOS FLAMENCOS

Nos estamos preparando para ir al zoológico TEMAIKEN, lo mejor para esto es ir conociendo algunos animales.



Horacio Quiroga (escritor) escribe sus famosos cuentos de la selva bien podría haberlo llamado "cuentos de animales" porque todos sus relatos son sus personajes principales .

Las medias de los flamencos podría considerarse una leyenda por su intento de explicación de una característica física de esta especie



Las medias de los flamencos(Cuentos de la selva, 1918)


Cierta vez las víboras dieron un gran baile. Invitaron a las ranas y a los sapos, a los flamencos, y a los yacarés y a los peces. Los peces, como no caminan, no pudieron bailar; pero siendo el baile a la orilla del río, los peces estaban asomados a la arena, y aplaudían con la cola. Los yacarés, para adornarse bien, se habían puesto en el pescuezo un collar de plátanos, y fumaban cigarros paraguayos. Los sapos se habían pegado escamas de peces en todo el cuerpo, y caminaban meneándose, como si nadaran. Y cada vez que pasaban muy serios por la orilla del río, los peces les gritaban haciéndoles burla. Las ranas se habían perfumado todo el cuerpo, y caminaban en dos pies. Además, cada una llevaba colgada, como un farolito, una luciérnaga que se balanceaba. Pero las que estaban hermosísimas eran las víboras. Todas, sin excepción, estaban vestidas con traje de bailarina, del mismo color de cada víbora. Las víboras coloradas llevaban una pollerita de tul colorado; las verdes, una de tul verde; las amarillas, otra de tul amarillo; y las yararás, una pollerita de tul gris pintada con rayas de polvo de ladrillo y ceniza, porque así es el color de las yararás. Y las más espléndidas de todas eran las víboras de que estaban vestidas con larguísimas gasas rojas, y negras, y bailaban como serpentinas Cuando las víboras danzaban y daban vueltas apoyadas en la punta de la cola, todos los invitados aplaudían como locos. Sólo los flamencos, que entonces tenían las patas blancas, y tienen ahora como antes la nariz muy gruesa y torcida, sólo los flamencos estaban tristes, porque como tienen muy poca inteligencia, no habían sabido cómo adornarse. Envidiaban el traje de todos, y sobre todo el de las víboras de coral. Cada vez que una víbora pasaba por delante de ellos, coqueteando y haciendo ondular las gasas de serpentinas, los flamencos se morían de envidia. Un flamenco dijo entonces: —Yo sé lo que vamos a hacer. Vamos a ponernos medias coloradas, blancas y negras, y las víboras de coral se van a enamorar de nosotros. Y levantando todos juntos el vuelo, cruzaron el río y fueron a golpear en un almacén del pueblo. —¡Tan-tan! —pegaron con las patas. —¿Quién es? —respondió el almacenero. —Somos los flamencos. ¿Tiene medias coloradas, blancas y negras? —No, no hay —contestó el almacenero—. ¿Están locos? En ninguna parte van a encontrar medias así. Los flamencos fueron entonces a otro almacén. —¡Tan-tan! ¿Tienes medias coloradas, blancas y negras? El almacenero contestó: —¿Cómo dice? ¿Coloradas, blancas y negras? No hay medias así en ninguna parte. Ustedes están locos. ¿quiénes son? —Somos los flamencos— respondieron ellos . Y el hombre dijo: —Entonces son con seguridad flamencos locos. Fueron a otro almacén. —¡Tan-tan! ¿Tiene medias coloradas, blancas y negras? El almacenero gritó : —¿De qué color? ¿Coloradas, blancas y negras ? Solamente a pájaros narigudos como ustedes se les ocurre pedir medias así. ¡Váyanse en seguida! Y el hombre los echó con la escoba. Los flamencos recorrieron así todos los almacenes, y de todas partes los echaban por locos. Entonces un tatú, que había ido a tomar agua al río se quiso burlar de los flamencos y les dijo, haciéndoles un gran saludo: —¡Buenas noches, señores flamencos! Yo sé lo que ustedes buscan . No van a encontrar medias así en ningún almacén . Tal vez haya en Buenos Aires, pero tendrán que pedirlas por encomienda postal. Mi cuñada, la lechuza, tiene medias así. Pídanselas, y ella les va a dar las medias coloradas, blancas y negras. Los flamencos le dieron las gracias, y se fueron volando a la cueva de la lechuza. Y le dijeron : —¡Buenas noches, lechuza! Venimos a pedirte las medias coloradas, blancas y negras. Hoy es el gran baile de las víboras, y si nos ponemos esas medias, las víboras de coral se van a enamorar de nosotros. —¡Con mucho gusto! —respondió la lechuza—. Esperen un segundo, y vuelvo en seguida. Y echando a volar, dejó solos a los flamencos; y al rato volvió con las medias. Pero no eran medias, sino cueros de víboras de coral, lindísimos cueros. recién sacados a las víboras que la lechuza había cazado. —Aquí están las medias —les dijo la lechuza—. No se preocupen de nada, sino de una sola cosa: bailen toda la noche, bailen sin parar un momento, bailen de costado, de cabeza, como ustedes quieran; pero no paren un momento, porque en vez de bailar van entonces a llorar. Pero los flamencos, como son tan tontos, no comprendían bien qué gran peligro había para ellos en eso, y locos de alegría se pusieron los cueros de las víboras como medias, metiendo las patas dentro de los cueros, que eran como tubos. Y muy contentos se fueron volando al baile. Cuando vieron a tos flamencos con sus hermosísimas medias, todos les tuvieron envidia. Las víboras querían bailar con ellos únicamente, y como los flamencos no dejaban un Instante de mover las patas, las víboras no podían ver bien de qué estaban hechas aquellas preciosas medias. Pero poco a poco, sin embargo, las víboras comenzaron a desconfiar. Cuando los flamencos pasaban bailando al lado de ellas, se agachaban hasta el suelo para ver bien. Las víboras de coral, sobre todo, estaban muy inquietas. No apartaban la vista de las medias, y se agachaban también tratando de tocar con la lengua las patas de los flamencos, porque la lengua de la víbora es como la mano de las personas. Pero los flamencos bailaban y bailaban sin cesar, aunque estaban cansadísimos y ya no podían más. Las víboras de coral, que conocieron esto, pidieron en seguida a las ranas sus farolitos, que eran bichitos de luz, y esperaron todas juntas a que los flamencos se cayeran de cansados. Efectivamente, un minuto después, un flamenco, que ya no podía más, tropezó con un yacaré, se tambaleó y cayó de costado. En seguida las víboras de coral corrieron con sus farolitos y alumbraron bien las patas de! flamenco. Y vieron qué eran aquellas medias, y lanzaron un silbido que se oyó desde la otra orilla del Paraná. —¡No son medias!— gritaron las víboras—. ¡ Sabemos lo que es! ¡Nos han engañado! ¡Los flamencos han matado a nuestras hermanas y se han puesto sus cueros como medias! ¡Las medias que tienen son de víboras de coral Al oír esto, los flamencos, llenos de miedo porque estaban descubiertos, quisieron volar; pero estaban tan cansados que no pudieron levantar una sola pata. Entonces las víboras de coral se lanzaron sobre ellos, y enroscándose en sus patas les deshicieron a mordiscones las medias. Les arrancaron las medias a pedazos, enfurecidas y les mordían también las patas, para que murieran. Los flamencos, locos de dolor, saltaban de un lado para otro sin que las víboras de coral se desenroscaran de sus patas, Hasta que al fin, viendo que ya no quedaba un solo pedazo de medias, las víboras los dejaron libres, cansadas y arreglándose las gasas de sus trajes de baile. Además, las víboras de coral estaban seguras de que los flamencos iban a morir, porque la mitad, por lo menos, de las víboras de coral que los habían mordido eran venenosas. Pero los flamencos no murieron. Corrieron a echarse al agua, sintiendo un grandísimo dolor y sus patas, que eran blancas, estaban entonces coloradas por el veneno de las víboras. Pasaron días y días, y siempre sentían terrible ardor en las patas, y las tenían siempre de color de sangre, porque estaban envenenadas. Hace de esto muchísimo tiempo. Y ahora todavía están los flamencos casi todo el día con sus patas coloradas metidas en el agua, tratando de calmar el ardor que sienten en ellas. A veces se apartan de la orilla, y dan unos pasos por tierra, para ver cómo se hallan. Pero los dolores del veneno vuelven en seguida, y corren a meterse en el agua. A veces el ardor que sienten es tan grande, que encogen una pata y quedan así horas enteras, porque no pueden estirarla. Esta es la historia de los flamencos, que antes tenían las patas blancas y ahora las tienen coloradas. Todos los peces saben por qué es, y se burlan de ellos. Pero los flamencos, mientras se curan en el agua, no pierden ocasión de vengarse, comiéndose a cuanto pececito se acerca demasiado a burlarse de ellos.






















viernes, 27 de marzo de 2009

RECREOS DE TERROR( CUENTOS,LEYENDAS Y SUPERTICIONES)

Fachada de la Iglesia FELICITAS Se encuentra en el barrio de Barracas, calle Pinzón 1480, frente a la plaza Colombia

dicen que al entrar se siente una energía total que pone los pelos de punta a cualquiera.

¡ Ah! no olviden que los restos de Felicitas están allí mismo sepultados


Relatan






Escuchan


Este es un EsPaCiO pArA cOnOcEr MáS dE cErCa, PARA CONOCER MITOS Y LEYENDAS URBANAS



¿A quién no le han contado alguna vez algún relato extraordinario pero que sin embargo roza el costado de lo increíble?. Son experiencias que le ocurrieron al amigo de un amigo o al vecino de Fulanito pero que dentro de la cadena de relaciones nunca permiten llegar a la raíz del asunto. Lo cierto es que esas historias constituyen las leyendas urbanas de cada ciudad, sus cualidades míticas.



Cada vez que suena la campana de recreo los chicos vienen corriendo a la biblioteca a escuchar a la bibliotecaria la narración de alguna leyenda, y luego los chicos relatan alguna historia que les contaron.


Aquí van algunas y anímese a leer las más escalofriantes historias protagonizadas por los habitantes de determinados lugares


¿ Qué hay de cierto en ellas?





Felicitas Guerrero

A mediados del siglo XIX, con sólo 15 años, Felicitas Guerrero, hija de un inmigrante español, se perfilaba como una de las jóvenes más bellas de la Ciudad. Los jóvenes de las familias más aristocráticas empezaron a cortejarla, hasta que su padre la entregó en matrimonio a Don Martín Gregorio de Álzaga, un hombre entrado en años, hacendado y dueño de gran parte de las estancias de Buenos Aires.
La boda se llevó a toda pompa; entre los presentes estaba Enrique Ocampo, un hombre de la alta sociedad porteña; quien amaba a la jovencita en secreto.El matrimonio no era muy feliz, tuvieron un hijo que murió víctima de la epidemia de fiebre amarilla a los 3 años. Meses después, Felicitas queda embarazada nuevamente pero pierde el bebé al poco tiempo, generando una profunda depresión en Don Martín de Alzaga el cual muere al poco tiempo de la muerte de su hijo.Felicitas, con 25 años, se convierte así en una viuda rica y acaudalada. Empieza a ser asediada por gran cantidad de pretendientes, entre ellos Enrique Ocampo quien cree que está en su momento ideal para enamorar a la muchacha.
Pero Felicitas, luego de cumplir con un riguroso luto, conoce a Samuel Sáenz Valente en una reunión y ambos quedan profundamente fascinados. No tardó en nacer una relación amorosa que terminaría en el altar.
Enrique Ocampo, terriblemente angustiado con la noticia de perder nuevamente a la mujer amada, visitó una mañana a Felicitas para mostrarle su disconformidad y en un arrebato, le disparó por la espalda.Felicitas, malherida cayó instantáneamente al suelo. Al ver lo que acabó de provocar, Enrique apuntó el arma en su cabeza y se suicidó al instante. Los cuerpos fueron encontrados por el primo de Felicitas, Cristian De Marías, el cual se dio cuenta que ella aún estaba con vida. Felicitas Guerrero de Álzaga murió tres días después luego de una intensa agonía, el 30 de enero de 1872 a los 26 años de edad.
La fortuna pasó a manos de sus padres, los cuales erigieron en honor a su hija una capilla en el lugar donde ocurrió el pasional asesinato.
La Iglesia de Santa Felicitas se inauguró el 30 de enero de 1876 en el barrio de Barracas.Son numerosos los relatos de los vecinos. Muchos afirman que el fantasma de Felicitas vaga por la iglesia y todos los 30 de enero se la puede ver llorando tras la rejas de la entrada. Otros afirman que las campanas suenan inexplicablemente estando la iglesia vacía. Hay una escultura de Felicitas y su hijo Félix en el interior de la iglesia, a la cual se le atribuye el poder de traer la desgracia a quien ose besarla. También es común el mito que dice que el que toque las rejas de la entrada, recuperará a su amor para siempre.



La leyenda de la chica muerta del baile

En distintas ciudades de la Argentina circula este relato, con algunas variantes mínimas, que tiene como protagonista a un joven que concurre a una fiesta, baile o lugar de diversión nocturno. Allí conoce a una bella muchacha de vestido blanco a la que invita a bailar y de la que se enamora instantáneamente. A cierta hora de la noche se ofrece a acompañarla hasta su casa y le presta su abrigo para protegerla del frío.
Al día siguiente, el muchacho vuelve a la casa de la joven con intención de verla nuevamente y es atendido por los padres de ella, quienes con sorpresa y estupor le informan que la muchacha ha muerto uno o dos años antes.
El enamorado no entra en razones, motivo por el cual los afligidos progenitores lo llevan hasta el cementerio con el propósito de que, al ver la tumba, el muchacho se convenza de la verdad de sus dichos. Al llegar a la tumba, la estupefacción estalla en los tres, al descubrir que sobre la lápida descansa el abrigo que el muchacho le había prestado a la joven la noche anterior
SEGUIRE CONTANDO OTRAS HISTORIAS..................



miércoles, 18 de marzo de 2009

3º A y 3º B















Los alumnos de la Srita Elina visitaron la biblioteca, Aurora aprovechó para hacerles recordar el comportamiento dentro de la biblioteca, leyó un cuento que entre todos lo comentaron, además repasaron los sustantivos comunes, propios, y aprendieron los sustantivos abstractos.